Para prevenir la fragilización de la democracia, la directora del Núcleo Milenio CRISPOL destacó dos claves: la transparencia en los procesos electorales y evitar la autoprotección institucional. Aprender «de las crisis puede prevenirlas», destacó.
En conversación con la primera edición de Radioanálisis, la directora en el Núcleo Milenio sobre crisis políticas en América Latina (CRISPOL), Stéphanie Alenda, se refirió a la situación de la institucionalidad democrática en América Latina.
En primera instancia, Alenda puntualizó que no todo evento complejo constituye una crisis política. En ese sentido, explicó: “Un clima de protestas sociales puede generar tensiones muy importantes, pero si el sistema institucional canaliza esas demandas, no deriva en crisis políticas. ¿A qué voy con eso? Lo que entendemos nosotros por crisis política son situaciones en las que fallan o resultan insuficientes las rutinas institucionalizadas para procesar un fuerte cuestionamiento hacia el orden vigente”.
“Hay crisis políticas, según nuestra definición, cuando las instituciones pierden su capacidad para procesar demandas, gestionar conflictos, de modo que el desafío hacia la autoridad adquiere una gran relevancia”, señaló la también directora de Investigación de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello.
Sobre el factor de la desigualdad que impacta a América Latina, Alenda planteó que a pesar de que se manifieste descontento social “no necesariamente deriva en crisis política si esas demandas son canalizadas por la institucionalidad”. Explicó que no es la desigualdad en sí la que genera una crisis política, sino que una serie de factores. “Por ejemplo, en el caso de Honduras en 2017 toda la incertidumbre que se produce en torno al escrutinio, las denuncias de irregularidades, que también uno observó en Bolivia en 2019, eso escaló a campañas de protesta y obviamente fragilizó mucho al gobierno, produjo choques institucionales, que extienden la crisis”, ejemplificó.
Por otro lado, respecto al escenario de polarización y radicalización de propuestas políticas, la socióloga afirmó que este es un problema cada vez más predominante en el mundo —no solo en latinoamérica— y que genera dificultades para gobernar.
“Podemos decir que la división entre las élites es parte del problema, efectivamente, mencioné los casos del impeachment, los conflictos también intraelitarios, son parte del problema”, dijo.
“También está todo el caso de las transiciones de un gobierno a otro que son bloqueadas, Honduras en 2017, Bolivia en 2019, Guatemala en 2023, Venezuela, en fin, esto puede derivar en protestas callejeras importantes, choques interinstitucionales también que van a tensionar mucho la arquitectura democrática. Entonces, cuando se produce una duda sobre el resultado o desarrollo de una elección, por supuesto que hay ahí una fragilización de la gobernabilidad (…) Parte de estas crisis políticas, efectivamente, develan un problema o conflictos importantes entre las élites y suelen repetirse en nuestra región”, agregó.
En el caso del rol de los medios de comunicación, la directora del Núcleo Milenio CRISPOL indicó que pueden tener impacto en que las crisis se agudicen, “sobre todo si tenemos una situación en que los países son hiperpolarizados o los episodios dentro de los países en que se observa una alta desinformación facilitan la coordinación y la amplificación de marcos de ilegitimidad. Esto abre la posibilidad de que haya tanto protestas desde la calle a raíz de ciertas noticias que puedan generar algún descontento social, como entre las élites, conflictos intraélites, cuando uno siente que es víctima de fake news, etcétera”.
“Por lo tanto, hay una responsabilidad de los medios de comunicación de la cual hay que preocuparse para evitar llegar a sistemas o una ecología mediática hiperpolarizada, sin duda”, enfatizó.
Sobre los focos a los que poner atención para evitar crisis en la región destacó que; “Son importantes las auditorías transparentes, sobre todo en los países donde existen más dudas sobre la integridad de los procesos electorales, hay que reforzar la logística del escrutinio, los protocolos de comunicación de los resultados, todo eso disminuye la probabilidad de las crisis post-electorales”.
“También hay que evitar dar señales, como en el caso salvadoreño, de autoprotección institucional. Por ejemplo, tener una transparencia mucho más importante y una gradualidad en las reformas institucionales orgánicas que uno vaya haciendo para evitar que se dé una sensación verdadera o falsa de cierto blindaje de las instituciones a favor de un gobernante”, continuó.
En tanto, la socióloga agregó que es relevante “encausar los conflictos sin militarizar, el caso de Chile en el 2019 ha mostrado claramente que los acuerdos políticos y las rutas constitucionales son mucho más eficaces y menos costosas que escaladas que sean más coercitivas que radicalicen o alarguen la crisis”